A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
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viernes, 29 de agosto de 2014

Yo, lectora

   En mi casa no había televisión. En esa época no existía Internet. Yo tampoco tenía videojuegos… Y ¿juguetes? Pocos…

   En mi casa sólo había lugar para la imaginación… Y esa puerta la abrían los libros… Libros, sí, muchos, algunos ininteligibles, lejanos, misteriosos, maraña de palabras, nudos de letras, cordeles anudados que sabían a odisea imposible de desentrañar… Pero otros… otros abrían un mundo maravilloso donde era posible entrar, no sólo ingresar, dónde se podía soñar…

   Y así empezó todo… comencé a gastar pupilas y yemas de dedos entre páginas amarillas, oxidadas, con olor a tiempo perdido y encontrado… tiempo para sentir el latido de otro, que como yo, se compartía y permitía crear ese espacio íntimo para volar, para brindar ese grito mudo de escritor que sólo un lector puede oír…

   Y luego, ir a la librería a elegir la puerta para abrir, pasó a ser una fiesta para mis sentidos. Revolver entre los estantes, acariciar las tapas, entrelazar los dedos en el papel, exaltar el deseo con las ilustraciones, reseñas, colores… zambullirme en una vorágine de aventuras por descubrir… todo aquello y más, tenía el sabor de una experiencia irresistible…

   El libro como objeto, un gran fetiche… se transformó, de ese modo -a fuego lento- en deseo de posesión en todos sus sentidos…

   Acariciar, oler, entrar, absorber, robar la esencia…

   Materialmente, poco; emocionalmente, desbordaba…

   Y como enajenada, di rienda suelta a mi pasión.

María Eugenia Rojas
http://www.eu-hambruna.blosgspot.com.ar




3 comentarios:

  1. Como cuando el silencio es posible
    y las palabras empiezan a temblar.

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    Respuestas
    1. Muy bello, Jorge, me suena ya haberlo leído en otro de los post... :)

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    2. Mil gracias igual, me encanta.

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