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lunes, 22 de agosto de 2011

¿Orgullo gay? ¿No a la discriminación? ¿Qué igualdad queremos promover?

    Orgullo… ¿Es soberbia? ¿Es lo opuesto a humildad? El orgullo puede ser arrogancia, vanidad, exceso de la valoración del yo. La significación positiva o negativa de este sustantivo abstracto suele estar determinada de acuerdo a la perspectiva filosófica que se tenga en cuenta y al grado de encubrimiento bajo causas nobles o virtuosas…
    Cuando hablamos de orgullo gay, ¿qué estamos queriendo decir? Muchas veces repetimos frases usuales, irreflexivamente, sin ponernos demasiado a pensar lo que estamos diciendo, o lo que implican más profundamente esas palabras. Las repetimos porque circulan en el imaginario social o en entre los grupos con los cuales nos identificamos o nos queremos identificar, y porque parece de mayor virtuosismo hacerlo; pero no las analizamos demasiado… Vamos donde nos llevan, a veces, hasta irracionalmente. 
    El orgullo gay no existe así por sí mismo. Del mismo modo que no existe decir “yo no discrimino”. No es tan simple como eso. La discriminación tiene una connotación negativa en nuestro marco de referencia social y cultural; por eso, si nos quedamos sólo con la superficialidad, más vale decir que uno no discrimina. Sin embargo, la discriminación no es negativa y es una constante sana y necesaria entre nosotros, la especie pensante y discriminadora por excelencia… Discriminar es delimitar, es reconocer la diferencia de los demás, entre ellos y con respecto a nosotros mismos, que por suerte existe. ¿Alguien puede imaginarse un mundo donde seamos todos iguales? Difícil, ¿no? Chato y aburrido… sin matices, sin arte, sin emoción, sin asombro… y sin mucho más… Pero analizar eso sería otro capítulo, y no quiero irme por las ramas. Realmente es bueno y es motivo para celebrar el hecho de que no seamos todos iguales. La cuestión no es no discriminar, eso es esencial hasta para la construcción de nuestro yo, de nuestra identidad. Yo soy yo en cuanto puede separarme del entorno y reconocerme como individual y diferente. La segregación es necesaria, útil y constructora. Ahora bien, el tema no es no discriminar, ni promover la igualdad. El tema es reconocer la diferencia y valorarla. Igualdad, sí, pero sólo frente a cuestiones legales, de derechos y de obligaciones… Discriminar no es un acto que merece esconderse; discriminar peyorativamente es lo que no nos edifica, lo que nos hace soberbios, arrogantes y egoístas. 
    Tendemos a pensar, a sentir, que el otro que es diferente, es peligroso; que la diferencia es negativa; que lo que no comprendemos es lo malo, lo que hay que temer, lo que hay que rechazar. Esto es simpleza, es limitación, es inseguridad, es pobreza... La diversidad enriquece; la diversidad es posibilidad de expansión, de crecimiento, de desarrollo, de apertura, de construcción, de progreso, de nuevos horizontes, de animarse a más... ¿Y qué nos pasa frente a eso? ¿Nos da miedo? ¿Pone en riesgo nuestras falsas seguridades, la superficial estabilidad que creemos haber alcanzado, o las endebles convicciones que con tanto esfuerzo intentamos sostener? Pues, ¡cuánta energía desperdiciada...! ¡cuánto más fácil es soltar esa armadura de tantos prejuicios que cargamos y detrás de la queremos ocultarnos, y permitirnos ser y sentir!
    En cuanto al orgullo de pertenecer a tal o cual grupo; pues puede definirse como orgullo cuando se trata de una elección a consciencia... Pero el orgullo de ser gay no existe… Es como querer decir: estoy orgulloso de ser de la especie humana… ¿??? Nadie dice eso, ¿no? sería ridículo, sería motivo para reírse, para pensar que “algún patito se ha salido de la fila”. Ser homosexual o heterosexual no es un hecho que se nos da a elegir. No puede elegirse lo que se siente. Ser o no ser gay es un hecho que es parte de lo que nos toca, que no puede modificarse. Por tanto, no es motivo por sí mismo para estar o no estar orgulloso. ¿Por qué hablar de orgullo de ser gay y no de orgullo heterosexual? Pues, no es serlo lo que puede o no enorgullecer. Se es lo que se es, sin más. Lo que no puede elegirse, lo que no puede cambiarse, se acepta, no hay más vuelta. ¿Orgullo por aceptarse como se es aunque la sociedad lo repudie? Pues tampoco… No podemos estar orgullosos ni de serlo ni de aceptarlo. Aceptarnos es, casi diría, un acto de supervivencia que no nos pondera por encima de nada. Es necesario y no puede ser de otro modo.
    ¿Cuál es el orgullo entonces? ¿Orgullo de elegir vivir lo que se es libremente, aún en contra de la corriente y elegir pelearla para que deje de ser así, del modo en que no nos gusta que sea? ¿Orgullo de elegir intentar dejar algo de nosotros a los demás y de hacernos cargo de la sociedad que construimos entre todos? Pues sí, eso sí puede ser motivo de orgullo. Podemos elegir ser parte activa y constructora del mundo que queremos para nosotros o para las generaciones venideras… Eso sí. Orgullo de discriminar, pero no peyorativamente, eso sí; orgullo de elegir vivir la elección sexual y pelearla contra lo que venga, de intentar aportar nuestro grano de arena en el mundo que nos tocó y que creemos puede ser mejor de lo que es, eso sí.
    Orgullo, sí, pero sin soberbia, sin arrogancia… Valoración de uno mismo, sí; si no nos valoramos, si nos queremos nosotros primero, pues no podemos brindarnos, no podemos ser, querer, ni dar nada a los demás. Pero nadie es mejor que otro por tener una elección sexual diferente. Orgullo, sí, pero sólo de elegir no pasar por este mundo en las sombras, en la vergüenza. Es más fácil ocultarse, pero las mejores cosas que nos pueden pasar no son justamente las que vienen por el camino fácil, al contrario, lo mejor siempre es lo que más esfuerzo demanda.
    “Que nos pase algo mejor que salvarnos a escondidas…” Porque no estamos solos, ni aún cuando somos minoría. Porque podemos alzar la voz, porque debemos hacerlo. En cuanto a este tema, y en cuanto a todo lo que nos quieren vender y no queremos comprar…
María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/


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