Despierta,
mariposa que ya ha nacido un nuevo día. ¿Por qué sigues dormida? ¿Dónde estás?
No te escondas, quiero sentirte… ¿Estás ahí?
¿A dónde
te has ido, traviesa? O tal vez, aún crees que sigo dormida… Pues no, ya he
despertado…
Y te
llamé, y te llamé… pero nada… Era la primera vez que te llamaba, porque siempre
te sentía antes de pensarte… Estabas ahí, haciendo sonar tu presencia,
revoloteando impaciente antes de que pudiera recordarte. Parecía que habías
anidado dentro de mí, que habías encontrado hogar y que ya nunca te querrías ir…
A veces
parecías una, otras veces multitud… Tremendo bullicio armaba el batir de tus
alas cuando cartas de ella venían, pero mayor era tu revuelo cuando la melodía
de su voz te acariciaba… Y si del vibrar de sus pasos se trataba, pues tanto te
agitabas que yo sentía que en vuelo confuso ibas a terminar por escapar sin quererlo de mi
boca volando... Y cuando ella me tenía en su abrazo, el aplauso de tus alas se hacía
tan intenso que un calor emanaba de mi interior, un incendiar que me hacía
temer que se chamuscaran tus frágiles alas que se me antojaban de papel…
Muchas
cosas se me ocurrieron, todo menos que pudieras desaparecer sin
avisar, sin saludar…
Ella te
puso aquí, con el aliento de un beso te dio vida, pero antes de besarme ya te
había dejado dentro de mi estómago...
Despierta,
mariposa, ¿dónde te has metido? Dime por qué ya no te siento… Yo no te he
quitado… yo te quería, acurrucada o alborotada, yo te quería…
Y un
teléfono interrumpió mis preguntas… Y tras el sonar, tu dueña y la mía... Labios salados y una voz de terciopelo que sólo dijo
adiós… Y entonces entendí por qué estabas dormida.
Despierta, mariposa... despierta, por favor... devuelve la primavera a mis entrañas que no hay pecho más florido, ni vientre más deseoso, ni lugar más cálido donde te esperen más que aquí.
María
Eugenia Rojas
0 comentarios:
Publicar un comentario