Aquellos a
quienes más amamos son siempre los primeros que nos lastiman o quienes lo hacen
con mayor intensidad.
¿Por qué?
Porque son
aquellos de quienes más esperamos y de quienes más nos duele no recibir.
Porque de
ellos necesitamos más, porque a ellos les damos más.
Porque a
ellos les entregamos nuestro corazón al desnudo, sin defensa alguna, deseando
que lo abriguen, que lo cuiden, que lo sanen.
Porque con
ellos nada nos es indiferente.
Porque en
ellos depositamos la esperanza de nuestra felicidad.
¿Entonces?
No
deberíamos esperar recibir, deberíamos sólo dar.
No
deberíamos poner una mochila tan grande y pesada en los hombros de quienes
amamos, porque cada uno es responsable de su corazón y de su propia felicidad.
Tenemos la
obligación de intentar hacer felices a quienes amamos, pero no debemos pensar
que ellos deben hacernos felices a nosotros de ningún otro modo más que con el
placer que nos debería producir participar de hacer posible su felicidad.
Amar es
poder ser feliz multiplicando o compartiendo la felicidad de un otro que es
objeto de ese amor.
Si te
enojás con alguien a quien amas, es porque lo amas, pero aún así, no has
entendido la profundidad del concepto.
Si no te
enojás, pero te duele, mirando para adentro hallarás más respuestas que fuera
de vos.
María
Eugenia Rojas
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