A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
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sábado, 24 de diciembre de 2011

Ellas sí que saben amar...


A tus manos, mi Musa...

Palomas blancas que a veces vuelan libres; y otras veces, oprimidas, se ahogan entre los oscuros barrotes donde te empeñas en guardarlas.
Suaves, cálidas, delicadas, cargadas de bellezas para regalar… dominan como nada, ni nadie, el arte de acariciar.
Deseosas, generosas, sensibles, llenas de energía… algunas veces, agitadas como río, recibo sus vibraciones, y aún en la distancia las siento dentro mío.
Ramilletes de fuego que irradian luz y calor, se filtran entre mi ropa cual rayo de sol…
Tiernas, inquietas, traviesas… deja que expresen su pasión, no las ates, no las escondas, déjalas ser… ellas saben muy bien lo que tienen que hacer…
Retazos de terciopelo, trozos de cielo, delicioso cobijo para delirar…
Flores carnosas, tiernas, perfumadas, traes pétalos en la punta de cada uno de tus dedos…
Fuente de emociones, dadoras de placer infinito, creadoras de inimaginables sensaciones, ávidas de amor, rebosantes de ternura… Deslízalas en mi piel, manojos de locura, dulzuras de caramelo… dedos que en mi boca saben a miel…
Alas que sueñan, pájaros que vuelan… Portadoras de caricias que abrasan, de ilusiones que laten, de pinceladas que tatúan el alma y la piel… No amarres a estas deidades pues no han nacido más que para mimar y para, entrelazadas con otras, este camino de a cuatro transitar…
Tibiezas que queman, maravillas que transportan, que empujan, que arrastran… Boletos de ida al paraíso, allí me quiero quedar… no les ordenes que me hagan regresar…
Mariposas irresistibles que agitan mi aire, que vuelen sobre mí, que hagan nido en cada uno de mis rincones… Ellas saben, ellas comprenden más que la razón, interpretan cada uno de mis latidos y todos los compases de mi respiración.
Extremos de algodón, a veces con vida propia, a veces materializando tu imaginación… inventan un sinfín de caricias de esas que le hablan directamente al corazón.
Llamas en los dedos, semillas en las yemas… que siembren de vida, que florezcan mis entrañas. Soy tierra fértil y húmeda si me riegan… Soy arcilla reseca, soy grieta, soy polvo, soy piedra, si a su ausencia me condenas…
Suéltalas, libéralas, déjalas escribir con su tinta de sangre y fuego… déjalas plegar sueños de papel, déjalas tejer con hebras de mi cabello y fundirse con mi piel…
Balsas frágiles que acunan, que mecen entre lagunas de besos, que se hundan en mis profundidades y anclaré por siempre en el puerto de sus milagros…
Desbordantes de dones, abrélas, extiéndelas, deja fluir sus bondades, que esparzan el polvo de estrellas que esconden, no mezquines su calor, no han nacido para ser puño ni estar bajo guante… Están aquí para brillar, ellas sí que saben amar…

María Eugenia Rojas




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