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martes, 16 de agosto de 2011

Crisis de autoridad en la escuela

      Hoy, son variadas las situaciones donde llegan a nuestros oídos historias o comentarios que reflejan una crisis de autoridad en las escuelas, donde podemos notar un flexibilización del rol docente o un debilitamiento de la asimetría en la relación pedagógica.

    La función del maestro fue cambiando y redefiniéndose, las escenas pedagógicas de hoy son totalmente distintas a las del pasado, por ello, las formas de ejercer poder, la disciplina, las normas y la autoridad también necesitan de redefiniciones. Las prácticas pedagógicas de hoy no pueden regirse por las mismas formas del pasado y aún más, deben estar continuamente sometidas a crítica, reflexión y cambios tendientes a ajustar las prácticas con las nuevas demandas sociales.

    Si bien podemos afirmar que la relación pedagógica es una relación de autoridad y debe ser asimétrica porque ambos miembros no están en igual relación con el saber, las normas, las responsabilidades, etcétera. La educación siempre implica un ejercicio de poder, es un acto de autoridad que conlleva una responsabilidad: la de asumir la tarea de transmitir, de enseñar algo a otros. Sin embargo, no se trata de que exista cualquier tipo de autoridad; la cuestión para plantearse es acerca de qué tipo de autoridad queremos y cómo construirla, pues la enseñanza también supone construcción de formas de autoridad, desde el currículo, los docentes o las instituciones.

    Hoy la reproducción social demanda agentes predispuestos para la adaptación permanente, para la búsqueda de nuevas soluciones. Ninguna sociedad puede dejar de plantear un ordenamiento para sus sujetos, es necesaria la existencia de un marco de legalidad, un ordenamiento simbólico y jurídico que nos nombre y nos estructure en las relaciones con los otros. Sin ésto no hay subjetividad. Así como el sujeto necesita a otro que lo nombre y lo ubique en una red exterior a sí mismo para salir de la indiferenciación en la cual no es él ni el mundo, así también en la sociedad es necesaria cierta normatividad que establezca y organice posiciones y procedimientos.   Pero creemos que si bien es necesario construir un cierto orden, el mismo debe estar abierto a la crítica y a la reflexión.

    La pedagogía es una práctica que reflexiona sobre las formas de transmisión de la cultura, y es la práctica misma de transmitirla. Esa práctica debe hacerse responsable de las historias que produce, de las memorias sociales que transmite y de las imágenes de futuro que autoriza. Asimismo planteamos que una pedagogía tal debería concentrarse en reflexionar y generar prácticas que atiendan a tres cuestiones: una noción de autoridad democrática; la discusión de las tradiciones que nos formaron y de las que queremos legar a otras generaciones; y la autoridad de la acción, es decir, pensar que qué acciones autorizamos y cuáles desautorizamos en nuestra práctica cotidiana y concebir procedimientos que permitieran “autorizar” otras prácticas, tanto por maestros como por alumnos.

    Hoy, la disciplina reglamentaria, jerárquica y centralizada no garantiza un orden estable y productivo sino que muchas veces provoca conflicto y desorden.

    Hoy, el multiculturalismo tiende a ser la norma, ya no se trata de homogeneizar y reducir la diversidad de todo tipo, sino de respetar, de convivir con la diversidad, de entenderlas como riqueza cultural. Los sujetos no sólo deben aprender a tolerar la diferencia sino también a valorarla e interactuar con ella. Las formas de vida son tan plurales y diversas que no dejan encerrar en un sistema de prescripciones y reglas detalladas, en un reglamento singular. El orden, ya no es resultado de la aplicación de un reglamento externo sino que es una construcción social permanente que requiere de sujetos dispuestos y competentes para la producción de la convivencia cotidiana.

    El problema de fondo es el de la relación entre orden y poder democrático en las escuelas. La nueva representación social de la infancia, la adolescencia y la juventud en la cultura actual define a estas generaciones como sujetos de derecho y no como tábulas rasas, entes vacíos de voluntad e intereses, conocimientos, etcétera, que hay que moldear.

    Como sujetos de derecho, los chicos deben participar en la producción del orden escolar. Deben ser informados y sus opiniones deben ser escuchadas y tenidas en cuenta. Esto no significa que las mismas deban tener un peso definitorio o decisivo, pero deben ser contempladas. El peso y la responsabilidad definitoria debe recaer en los adultos.

    Según los principios de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, los chicos no son menores a los que hay que disciplinar, sino sujetos dotados de derechos civiles, políticos y sociales, con quienes debemos construir un sistema de convivencia.

    Una escuela democrática es mucho más que un reglamento democrático y disciplinario moderno.

    La democracia no es un contenido para aprender en los textos sino una experiencia para vivir, un sistema para construir entre todos.

    Cada año, en cada colegio habría que organizar un espacio de participación para la definición de un orden: el orden de todos. Pero para que esto se constituya en un modo de vida habitual, es decir, en una predisposición incorporada en cada uno de los miembros de la comunidad escolar, es preciso ir de la idea negativa de límite (lo prohibido) a la idea positiva de proyecto colectivo que define objetivos que se quiere lograr. La lógica disciplinaria del “deber” sólo tiene una justificación y un sentido para los actores escolares (en especial para los alumnos) cuando se integra armónicamente con una fuerte orientación hacia un ideal por el que vale la pena luchar y trabajar.

   Seamos conscientes de que la práctica habitual naturaliza las situaciones que se hacen cotidianas dificultando la posibilidad de cuestionarlas e incluso de registrarlas. La mirada se acostumbra, acepta y reproducimos las prácticas que vemos de modo irreflexivo porque la naturalización se impone. No olvidemos que asumir el rol docente implica una gran responsabilidad, una actualización constante y, que la reflexión, el análisis y la crítica de nuestras acciones e incluso del mandato impuesto por el sistema, son la clave para vislumbrar un camino de cambio y de mejora que permita un reajuste permanente para satisfacer las demandas del dinamismo de nuestra sociedad.


María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/

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