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martes, 16 de agosto de 2011

Educación en un mundo globalizado: ¿inclusión o exclusión?

    La escuela es un agente socializador encargado de transmitir porciones relevantes de la cultura que han sido seleccionadas por su valor social. Pero los contenidos a distribuir no son determinados por la escuela sino por otros agentes de control simbólico especializados en los principios dominantes de la comunicación que transmiten una determinada distribución de poder y las categorías culturales hegemónicas. De este modo, estos agentes traducen las relaciones de poder a discurso y el discurso a relaciones de poder.
    En el capitalismo reorganizado del siglo XXI se produce una revolución de los sistemas de control de la comunicación. Esto produjo importantes cambios en la división del trabajo de producción porque los programas informáticos simplifican las tareas. Por otro lado, los grandes avances tecnológicos en los sistemas de comunicación hacen posible la expansión de la cultura, de sus agencias y agentes. El acceso a la información es tal que se ha dado un fenómeno denominado globalización. Vivimos en una sociedad globalizada que comparte un solo modelo económico, donde la cultura se homogeneiza cada vez más, donde se desdibujan las fronteras de los estados nacionales. Esto, bajo la apariencia de unificación, ha ido generando una forma particular de exclusión y de acentuación de desigualdades. Esto se debe a que no todos los sectores sociales tienen igualdad de posibilidades en el acceso a la información y a los bienes culturales que ofrece el mundo globalizado. Por lo tanto, se abre una brecha cada vez mayor entre quienes quedan incluidos en esta aldea global y disfrutan de sus beneficios; y quienes, no pudiendo acceder a la tecnología, quedan excluidos de las claves comunicaciones e informáticas, consolidándose día a día como sector social marginal.
    Hoy, la escuela, tiene que enseñar saberes, para distinguir críticamente la moral y los valores de una concepción excluyente de la globalización, en contraposición a los valores propios de una concepción integradora de todos los ciudadanos. Se trata de definir la ciudadanía para la cual se educa en términos de ingreso y no de exclusión; y la ética en términos de justicia y solidaridad y no como mera adaptación al mundo competitivo que exige la globalización o como resignación frente a la realidad de quedar excluido.
    La escuela debe brindar elementos para reflexionar y criticar racionalmente, para argumentar racionalmente, para construir principios universales, para luchar por el ingreso equitativo en esta sociedad globalizada, por los derechos humanos, la justicia y la participación ciudadana. Esto es enseñar ética y ciudadanía, y no puede confundirse ni con una imposición moralista ni con un adoctrinamiento ideológico.
    El control simbólico que señala lo legítimo, traduce el poder a discurso y éste a modalidades de cultura. Pero también lleva consigo el orden y la posibilidad de modificación del mismo, mientras sus agencias creen el núcleo de resistencia, oposición y desafío.
    Los profesores tienen el rol de hacer posible la reproducción del discurso dominante determinado por los sectores de poder como contenido curricular. Aunque el trabajo docente es en gran parte tal que podría llamarse “reproductores” a los profesores; como docente, me resisto a ser sólo una mera reproductora, creo que nuestro rol es también ser y formar subjetividades autónomas y críticas que no reproduzcan irracionalmente lo que se les presenta sólo porque así lo han determinado los agentes de control simbólico.
    Estas agencias especializadas en el campo del control simbólico están sujetas a las decisiones políticas, a la economía y a otros intereses que pueden ser muy variados, normalmente a cargo del Estado, pero en las sociedades con sistemas democráticos, con partidos y procedimientos regulares de voto, esas decisiones políticas, económicas y otras limitaciones están sometidas a la evaluación popular y por lo tanto, al cambio. De este modo vemos que, si bien hay sectores de poder que ejercen importante influencia, hay mecanismos de participación democrática que nos permiten encontrar una veta por donde filtrarse e introducir cambios.
    Las agencias como la escuela están controladas por el Estado pero a la vez tienen cierto grado de autonomía. Esa es otra veta por donde la escuela y su equipo docente pueden generar espacios de reflexión, participación y  propuestas para el cambio.
    Entendemos que la formación ética es la base del currículum si queremos construir subjetividades comprometidas socialmente, capaces de argumentar, de participar, vivir en democracia y en solidaridad, que conozcan y respeten los derechos humanos, que sean capaces de analizar, reflexionar y criticar las decisiones del sistema político que incrementan las desigualdades sociales y que el sistema educativo muchas veces legitima.
    Como docentes, debemos saber que la educación es clave para sentar bases para un posible cambio, pero también debemos saber que no se trata de que seamos meros reproductores de un sistema tradicional que sabemos, responde a los intereses de los sectores dominantes; debemos saber que no podemos contribuir a la legitimación de la pobreza ni simbólica ni económica que agigantan las políticas hegemónicas. Se trata, entonces, de ser reflexivos, de analizar críticamente nuestra práctica, de entender lo que hacemos y hacia dónde vamos. Nuestra práctica no es ajena ni puede desconocer las políticas descentralizadoras que adoptan los gobiernos neoliberales. Estas políticas, que responden a los intereses del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, las cuales a su vez sirven a los beneficios de los países hegemónicos, promueven un corrimiento del Estado de algunas de sus funciones como garante social, entre ellas de la función educativa.
    En el contexto de un mundo globalizado, con el gran acceso a la información que permiten los grandes avances en los medios de comunicación, no debemos ver sólo esa aparente integración. La integración es parcial, mientras que en la superficie, el acceso a las tecnologías e información parece ser cada vez más fácil para todos; en el fondo se abre cada vez más la brecha entre los que pueden y los que no pueden acceder a esas tecnologías. Está claro entonces, que los grupos que no puedan acceder a la información por carecer de tecnología quedarán totalmente excluidos. Como educadores debemos ser conscientes de estas realidades y tomar decisiones fundadas en claras posturas de cambio, de reflexión crítica. Aquí y en cada problemática educativa  es donde entra en juego el pensamiento crítico y su importancia para poner luz en los debates, para abrir horizontes, para que la escuela sea el lugar de la esperanza…
    Si bien existen numerosas agencias de control simbólico, también existen formas de lograr autonomía en el trabajo docente. Las instituciones educativas están sujetas a un currículum y a una normativa impuestas por el Estado y los agentes de poder. Sin embargo, la escuela cuenta con cierto grado de autonomía que se puede visualizar por ejemplo, en la libertad que tiene para desarrollar un Proyecto Educativo Institucional. Los docentes también cuentan con la posibilidad de reflexión para el cambio. Y los ciudadanos en general cuentan con los mecanismos democráticos de participación para manifestarse y evaluar las decisiones y acciones de los sectores de poder.
    Entiendo que, pensando el rol docente, la reflexión y la crítica son las claves para no convertirnos en meros reproductores de tradiciones que ya no tienen sentido o, que legitiman las desigualdades sociales cada vez más marcadas que se presentan en nuestra sociedad globalizada.
    Es necesario criticar la ideología política que pretende plantear una moral heterómana y una ciudadanía hegemónica.
    Es necesario criticar las políticas neoliberales que se traducen en políticas económicas de descentralización que acabarán privatizando el sistema educativo y dejando la educación librada a las leyes del mercado y a las posibilidades económicas de cada uno. La educación es un derecho, por lo tanto, es para todos por igual y el Estado debe ser garante de este derecho. La descentralización significa un corrimiento del Estado de su función educadora y se traducirá en la acentuación de las formas de exclusión social, por la desigualdad de oportunidades en el acceso a la educación. Si la educación se ofrece en el mercado como un bien más, sólo podrán acceder a una educación de alta calidad los sectores privilegiados que disponen de poder económico. En consecuencia, la brecha entre los sectores sociales que pueden acceder a las nuevas tecnologías, a la información y a la educación; y los sectores que no pueden comprar estos beneficios y por lo tanto quedarán excluidos de este mundo globalizado; será cada vez mayor.
    Si entendemos la globalización en términos de ingreso ciudadano, y la modernización en términos de pensamiento crítico, puede verse claramente como la formación ética y ciudadana son la base para la fundamentación de un currículum que se ajuste a las necesidades de las nuevas sociedades.
    Se hace necesario hacer una propuesta donde la escuela pueda concebirse como espacio de esperanza, entendiendo que la modernización no puede ser segmentadora, sino que tiene que basarse en la  vigencia de lo público; y la descentralización no tiene que ser anárquica, tiene que entenderse como espacio diferenciado de lo común. Si enseñamos formas de comprender y de juzgar, desde principios autónomos, las acciones; si enseñamos que la ciudadanía implica formas de participación democrática y solidaria en la construcción del bien común, estamos, en realidad apostando a la esperanza.
    Para finalizar, quiero insistir en que, como docentes no podemos dejar de reflexionar sobre la propia labor pues el trabajo intelectual no debe estar separado de la práctica educativa; además, la reflexión es la base para pensar una educación cada vez mejor.
María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/


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