A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
Si querés unirte a este blog y compartir lo que escribís, te estábamos esperando, comunicate al siguiente correo: ma.eugeniarojas15@gmail.com

sábado, 20 de agosto de 2011

Naturalización de la miseria y de la indiferencia

    Las calles de mi ciudad muchas veces se tornan sombrías; revelan una realidad que no se oculta, que sangra frente a nuestros ojos… Y sin embargo, parece que no la vemos… Sólo basta recorrer un par de sus calles en una noche fría, para toparse frente a frente con un panorama a veces más gélido que esa misma noche de invierno…
    Cajas de cartón y bultos envueltos con trapos y frazadas ocultan ateridos cuerpos que descansan (o lo intentan) sin más techo que un cielo sin estrellas, o sin más cena y abrigo que una cuota de etílico.
    Y aunque esta verdad no se esconde, sino más bien se desnuda, se descarna frente a nuestros cada vez más ciegos ojos; nuestra mirada parece que ya no la ve, y menos la siente… Pasamos sin más… pasamos siempre apurados, andamos ensimismados en cuestiones personales, en la pelusa de nuestro ombligo, y no vemos lo que nos rodea. ¿Ya no miramos? ¿O miramos sin ver?
    Alguien tiene un accidente o se descompone en la vía pública y el mundo sigue girando a su alrededor como si nada hubiese ocurrido. Niños descalzos crecen sin familia o son explotados ante nuestros ojos que los ven mendigar o vender chucherías en trenes o subtes. Un hombre cae y los coches siguen pasando, y la gente sigue caminando… Por ahora, al menos lo esquivan… ¿cuánto faltará para que, además, le pasen por arriba?
    La miseria nos envuelve, amenaza con meterse dentro nuestro, pero parecemos inmunizados… Participamos día a día en redoblar esfuerzos para mantenernos al resguardo de esa miseria que acecha… Y la vacuna más elegida contra ella es la indiferencia.
    Adolescentes que se rinden antes de intentar, que están vencidos antes de la batalla, que se dan por muertos antes de vivir; participan para truncar sus sueños a la vuelta de muchas esquinas.
    Estos y muchos otros eventos que no registramos ocurren diariamente a nuestro alrededor. Eventos que no debieran pasar desapercibidos. Y sin embargo, lo cotidiano se vuelve natural… Esa cotidianeidad mata el asombro y el estremecimiento que esas realidades debieran generarnos. Internalizamos muchos hechos inhumanos y los recibimos como parte de lo aceptable, de lo natural… justamente porque son parte de lo diario, de lo común, de lo “normal”, de nuestra cotidianeidad. Y así, lo naturalizado se incorpora, se encarna, se asimila… y con ello, se torna invisible.
    La naturalización de la realidad cotidiana y de nuestro proceder frente a ella, es tal que ya no vemos lo que ocurre ni cuestionamos lo que hacemos, mejor dicho, lo que no hacemos con ello. Todo se nos hace natural y con ello se vendan nuestros ojos. No vemos y tampoco juzgamos nuestras actitudes frente a esas realidades, ni reflexionamos sobre lo que nos pasa o nos debería pasar frente a ellas.
    Hemos naturalizado la miseria y también la indiferencia…
    Aún así, de vez en cuando aparece alguien que aunque lo intenta, no puede encajar en el mundo que ha construido la mayoría… De vez cuando alguien ve… y de vez en cuando alguien siente… y de vez en cuando alguien se niega a tomar la pastillita para no ver, para no pensar, para no soñar… Y entonces, ese alguien alza su voz…
    ¿Se escucha? Escuchemos… ¿o es que además de ciegos, también queremos ser sordos? Contestemos… ¿o es que además de ciegos y sordos, también queremos ser mudos? Hagamos algo… ¿o es que además de ciegos, sordos y mudos, también queremos ser impotentes?
María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/


0 comentarios:

Publicar un comentario

Chat gratis