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miércoles, 17 de agosto de 2011

Fracaso escolar

1. Analizando causas…
    El fracaso escolar hace referencia a una alteración o divergencia del desempeño normal o éxito escolar puesto en evidencia por algunos de los siguientes indicadores: la sobreedad, dada por el ingreso tardío, la repitencia, el abandono temporal; la deserción o abandono definitivo; el egreso tardío; o el bajo rendimiento escolar, aún cuando se hubiesen cumplido los requisitos de tiempo y edad del alumno.
    El éxito o el fracaso en los aprendizajes de los alumnos es un fenómeno histórico, social y subjetivo complejo. Sin embargo, pensando en un recorrido histórico, vemos que no siempre se lo entendió de esta manera y fue muy frecuente interpretarlo sólo a la luz de un modelo patológico, es decir, buscando exclusivamente en el niño las causas de su “problema”, “inadaptación”, o “inadecuación” frente a los aprendizajes que le propone la escuela, procediendo con los niños como si se tratara de enfermos y recluyéndolos en un grado e institución especial. Este modelo puede ser válido para interpretar  y tratar pedagógicamente algunos casos, pero es deficiente e incluso peligroso para explicar el fracaso masivo o interpretar la totalidad de situaciones de fracaso escolar.
    Luego, algunas investigaciones advirtieron una correlación entre fracaso escolar y origen socioeconómico y cultural de los alumnos. Se observó entre los alumnos que fracasan un alto número de niños procedentes de sectores marginales, de grupos étnicos minoritarios o de culturas no integradas. Este modelo se conoció como el modelo sociológico que, sumado al patológico, amplía la visión. Sin embargo, aún resulta insuficiente para abarcar la multiplicidad de factores que intervienen y se continúa abordando el tema sólo mediante la consideración de déficit o diferencia en los alumnos. Hacía falta, además, considerar la variable educativa, propia del sistema en sus variadas dimensiones, es decir, considerar no sólo al niño, su familia o su contexto social, sino también a la escuela.
    La escuela puede incidir de diversas maneras, desde aspectos como las carencias materiales, de infraestructura o edilicias, la currícula deficiente, el desempeño docente; hasta las prácticas pedagógicas tales como la homogeneización y la estigmatización.  
    También debe considerarse que no todos los niños llegan a la escuela en igualdad de condiciones ni reciben lo mismo de ella.  La obligatoriedad escolar no implica que todos los alumnos posean automáticamente la misma oportunidad de educarse.
    Sin dejar de reconocer la importancia de la extensión de la educación obligatoria y el paso adelante que ella ha significado, la historia de la educación demuestra que la obligatoriedad escolar no es sinónimo de igualdad de oportunidades.
    En el origen del fracaso escolar se encuentra muchas veces una representación de la cultura escolar, desde la cual se cree en la igualdad de oportunidades iniciales para todos los niños, pero tratándolos como si fueran iguales no se hace más que acentuar las diferencias. Esta cultura escolar también presupone homogeneizar la diferencia, y si ésta aflora a pesar de todo, la trata como deficiencia transformando así la diversidad en patología.
    La escuela no crea las diferencias entre los niños pero al ignorarlas bajo la ficción de “tabla rasa” crea el fracaso escolar, que no es en efecto más que un producto del sistema escolar. El fracaso escolar es un elemento indicador de la relación entre el individuo y la escuela, y debería ser considerado no como fracaso del individuo sino como fracaso de la escuela. Pero el explicar los fracasos escolares como perturbaciones individuales proporciona una salida al sistema escolar que puede, de este modo, desprenderse de sus responsabilidades y no cuestionar su propio funcionamiento.
    Adoptando un enfoque multidimensional puede decirse que en el fracaso escolar  convergen y se articulan múltiples factores como: contexto social y ambiental; características individuales; condiciones curriculares, didácticas e institucionales. Estos factores pueden clasificarse en internos, es decir, los propios o intrínsecos a la institución escolar; y los externos a la escuela, es decir, aquellos referidos específicamente a los sujetos, la familia y la comunidad. Dentro de estos factores se distinguen a su vez aquellos de carácter cultural de aquellos de índole material. De esta manera, el fracaso escolar aparece como la resultante del entrecruzamiento dinámico de factores culturales y materiales, internos y externos a la escuela.
       El siguiente cuadro[1] amplía  y sistematiza la información sobre los ejes temáticos o factores de multicausalidad en el fracaso escolar:

Ejes Temáticos
Factores
Endógenos
Exógenos
Culturales
Materiales
Culturales
Materiales
Organizativos
Físicos
- Contenidos del aprendizaje.
- Actitud y representaciones del docente en relación con los alumnos y sus aprendizajes.
- Formación y capacitación profesional docente.
- Conocimiento del docente del medio social del alumno.
- Experiencia docente.
- Pautas culturales de relación social e interacción contexto   socio-familiar-escuela.
- Modelo escolar de niñez.
- Significado del fracaso escolar (docente, alumno).
- Pautas disciplinarias.
- Sistema de evaluación del aprendizaje.
- Incidencia y articulación de la educación inicial con la primaria.
- Supervisión y conducción educativa.
- Organización del proceso de enseñanza-aprendizaje-planificaciones, metodologías, manejo de casos con   problemas de aprendizaje.
- Régimen de promoción.
-Disponibilidad de materiales didácticos para las tareas escolares.
-Infraestructura escolar-edificio.
- Equipamiento de la escuela-mobiliario.
- Servicios de apoyo asistencial (comedor, ropero escolar).
- Dotación docente de la escuela, tiempo, dedicación a la tarea escolar.
- Pautas familiares de crianza.
- Modelo de niñez.
-Actitud paterna hacia la escuela.
- Significado del fracaso escolar para la familia.
- Apoyo escolar de la familia a sus hijos.
- Composición e integración familiar.
- Contacto de la familia y alumnos con los medios de comunicación social.
- Valoración y representaciones sobre el docente.
- Interacción y códigos lingüísticos escuela-familia.
- Educación y niveles de aspiración de la familia para sus hijos.
- Grupos de pertenencia de la familia y niveles de participación.
- Expectativas ocupacionales de los hijos.
- Migraciones, efectos de la escolaridad.
- Vivienda de las familias de los alumnos.
- Trabajo infantil de los alumnos.
- Nutrición. Salud e incidencia en el rendimiento escolar.
- Ingresos familiares.
- Condiciones de la vivienda y efecto en la escolaridad.

    Vemos que el fracaso escolar no se distribuye democráticamente, es en los sectores de población urbana y rural económicamente desfavorecidos donde se dan los mayores índices de repitencia y abandono; es en las escuelas públicas, por comparación con las privadas, y en las provincias más pobres del interior, por comparación con la metrópoli, donde se obtienen los menores porcentajes de respuestas correctas en los operativos nacionales de evaluación.
    Se puede observar que muchas veces los alumnos provenientes de sectores sociales económicamente menos favorecidos, grupos marginados, población migratoria con diferentes culturas, étnicas o lingüísticas, son los que desde la misma escuela son rotulados como niños con retraso mental, incapaces y únicos culpables de su fracaso. Generalmente se culpa del fracaso escolar a las condiciones socioeconómicas de la familia ó a los problemas de aprendizaje del chico, pero no se da soluciones desde lo pedagógico.
    Además, la lógica de la enseñanza graduada impone un ritmo homogéneo a una población que es decididamente heterogénea, usándolo como criterio para definir la normalidad de los niños.
    Se dan mayores facilidades a los que más tienen, en un círculo que refuerza la pobreza en vez de atenuarla.
    El fracaso escolar generado por la sociedad moderna, podemos decir que se convirtió en un fracaso de vida, porque la escolarización y el trabajo constituyen herramientas claves de inserción en una sociedad cada vez más exigente.
    La pretendida universalización de la escuela parece desconocer el hecho de que al no adaptar su oferta a las características de los diferentes grupos que componen la sociedad, aquellos para los cuales no está pensada no podrán subsistir fácilmente dentro de ella.

2. Analizando consecuencias…
“…cuando uno de nuestros alumnos fracasa en los aprendizajes básicos, muy probablemente lo estemos condenando a la pobreza y a la exclusión social. A la inversa, cuando logramos aprendizajes exitosos, estamos construyendo un sujeto, una persona con capacidad de definir su vida, protagonista de su destino colectivo de la sociedad.”
 Juan Carlos Tedesco, Ministro de Educación
    El fracaso o éxito escolar tiene un importante  papel en la constitución subjetiva de los sujetos.
    La escuela ofrece herramientas para enriquecer la subjetividad del niño contribuyendo a crear un sujeto pensante, cuestionador, futuro ciudadano crítico. En ella, los sujetos no sólo reciben capital cultural, también encuentran el espacio que permite el pasaje de los privado a lo público, fundamental para el proceso de socialización de la psique, y el medio más adecuado para proseguir con la construcción de una subjetividad cada vez más rica y un pensamiento más creativo y crítico. La cultura es fundante de la estructuración psíquica.
    La pobreza material de los sectores marginales suele ir acompañada de pobreza simbólica. Si la escuela no retiene a los sujetos provenientes de estos sectores y, por el contrario los expulsa, está colaborando en el incremento de su pobreza cultural y de este círculo vicioso que se arma en torno a los denominados “desnutridos escolares”, término que Kantarovich y Kaplan utilizan para definir a los niños pertenecientes a sectores de contextos críticos que fracasan en la escuela, para diferenciarlos de los niños con problemas de aprendizaje propiamente dichos.
    Luego de reiterados fracasos el niño puede quedar devastado en su deseo de aprender, corre el riesgo de desaparecer como sujeto deseante y transformarse en mero repetidor de discursos ajenos.
    Por otro lado, la estigmatización que generalmente sufren estos niños con el rótulo de la autoridad adulta profundiza sus sentimientos de no poder, haciendo mella en su frágil psiquismo en constitución. Cuando la experiencia escolar es muy frustrante, los sujetos pueden adquirir la posición pasiva del resignado, sumiso y dependiente de la mirada del otro. El fracaso escolar produce en el niño movimientos que socavan las identificaciones construidas y su subjetividad queda altamente vulnerada.
    Triunfar tanto en la escuela como en el trabajo es sinónimo, a nivel consciente de “ser alguien”; el fracaso prefigura el renunciamiento al placer y quizá en esta época el síntoma, la inhibición y la angustia sean manifestaciones de una patología que circula en el nivel latente: el no-deseo. Acaso la enfermedad básica de nuestro tiempo sea una crisis de los deseos, decía Ortega y Gasset. El deseo es una falta, una tensión que tiende a expresarse, a realizarse, a expandirse. El deseo es una inquietud producida por la insatisfacción y es, al mismo tiempo, una manifestación vital.

3. ¿Qué hacer desde el sistema educativo frente a estas realidades?
    Pensar, analizar, indagar en el fracaso escolar desde adentro del sistema, tanto en el relativo a la educación infantil como en el de sujetos adultos, debe conducir necesariamente a la reflexión sobre las prácticas docentes y problemas institucionales que las favorecen y a la formulación de algún tipo de estrategia tendiente a mejorar las condiciones que se encuentren deficientes. La concientización es el primer paso y debe generar compromisos y acciones congruentes con la responsabilidad de hacer algún aporte desde el lugar que ocupe cada uno.
    Cuando la escuela ignora las diferencias o no las respeta y actúa con intención de homogeneizarlas favorece el incremento del fracaso escolar. No se trata de uniformar voluntades, capacidades y culturas, sino de sumarlas y articularlas en función de propósitos y encuadres compartidos, acordando tareas y criterios. Tampoco se trata, muchas veces, de adaptar a los sujetos al sistema, sino de adaptar la currícula a las necesidades y cotidianidad de esos sujetos sin que ello sea en detrimento del capital cultural que la escuela provea. El respeto a la heterogeneidad y la diversidad es un eje insoslayable en la tarea del aula y la institución.
    La escuela debe proporcionar entornos de aprendizaje que permitan construir significados cada vez más ricos y complejos, entramados conceptuales que se integren. No hay que pretender que el alumno sustituya su conocimiento cotidiano por el escolar, sino que ambos deben coexistir, ya que están alimentados por diferentes epistemologías. A lo que debemos aspirar es a que el alumno pueda activar diferencialmente uno u otro tipo de conocimiento en función de contextos de uso diferente.
    La participación de la familia y de la totalidad de la comunidad educativa es un muy importante factor que incide sobre la permanencia de los sujetos en el sistema escolar. Por ello, encarar proyectos institucionales puede ser otro modo de favorecer la participación de las familias y de toda la comunidad educativa, que se compromete en un proyecto común e incrementa, de este modo, su participación.
    La priorización conjunta de problemas es el mejor inicio para la resolución de los mismos. Pero toda acción colectiva se construye y lleva tiempo, por ello, para avanzar en ese camino es importante el rol que desempeñe la dirección de la institución, pues a ella le corresponde guiar la ejecución de las acciones que la comunidad haya evaluado sean las más adecuadas según el caso.

María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/





[1] Extraído de: OYOLA, C., BARILA, M., FIGUEROA, E., GENNARI, S., LEONARDO, C.: “Fracaso escolar, el éxito prohibido. Una investigación sobre el fracaso escolar en áreas urbano-marginales”, Ed. Aique, Buenos Aires.

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