A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
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lunes, 19 de septiembre de 2011

Casa robada

Puerta abierta; puerta violentada; cerradura que ha cedido; paz que se esfuma; alma que cae al suelo, que va rodando, que va a parar junto a tus cosas -o lo que ha quedado de ellas- también sorprendidas y sacudidas por otras manos, manos desconocidas que no saben de trabajo, que sólo saben construir su propia ruina a partir de la destrucción ajena, que sólo traen miserias y las andan sembrando a su paso…
Sorpresa, negación… Se siente como si un huracán hubiera pasado por tu casa, o una bomba hubiera estallado en medio de tu living, dejando sólo vacío, o ensortijados despojos de lo que había sido tu mundo privado, todo mezclado en el mismo gran basurero dónde también ha ido a parar tu alma. Y por unos segundos te quedás en blanco, no entendés, ni querés entender…
Bronca, pena… Se siente la inevitable presión de un maxilar contra otro y un rechinar de dientes que se aprietan para no llorar, para no gritar, para mantener la compostura. Lo peor no es lo has perdido, lo peor no son las cosas materiales, lo peor es saber que hay otro por ahí, más desgraciado que vos, que participa día a día por hacer de este país un lugar más triste y que, siendo hacedor de miserias, las lleva puestas consigo y en el fondo es más infeliz que todos aquellos que amarga por un rato con su paso intempestivo y destructor…
Impotencia, miedo… Se siente que no hay lugar donde puedas descansar en paz, que no hay refugio posible… Y se movilizan las angustias existenciales; aflora hacia la conciencia la sensación de vulnerabilidad, de soledad, de limitación, de no poder, de no control, de la innegable realidad de que todo es finito e inseguro. Lo material y lo intangible se enlistan en las filas de la misma volatilidad efímera, dónde hoy se está, y mañana, ¿quién sabe?
Ultraje, violación… Se siente que la intimidad más íntima –valga la redundancia- ha sido invadida, que no hay nada realmente propio, ni siquiera el aire que ya circula dentro de tus pulmones, ni tampoco estos últimos… Vivimos a merced de otros y de circunstancias totalmente inmanejables, bajo la amenaza latente de más peligros de los que podemos contar. Y, aunque ya sabemos todas estas cosas, no nos gusta recordarlas, menos que nos las recuerden con hechos repentinos que sacuden las ideas, que hacen mella en nuestras emociones, que se burlan de nuestros esfuerzos, que desvalijan nuestra esperanza y cargan de bronca nuestros ánimos.
Tensión, desesperanza… Se siente que lo peor no son las pérdidas materiales; lo peor es que lo que han saqueado es tu esperanza; es saber que vivimos en una sociedad cruel, cuya única bandera es la de un capitalismo salvaje, y que no vamos a poder cambiar nada de lo que funciona mal… Que seguirá habiendo pobres; insatisfechos; frustrados; y ladrones de sueños y bienes, que son más pobres que los que han sido despojados, o los que nunca nada han tenido…
Duda, resignación… Se siente que junto a tus cosas, se han llevado lo más preciado, se han llevado tu paz. Sin embargo, a pesar de todo, la vida continúa, y suerte que estamos aquí, y que podemos decirlo, y eso ya es mucho… ¿no?

María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/


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