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jueves, 1 de septiembre de 2011

La esclavitud no es asunto del pasado: Trata de personas

    La esclavitud no ha quedado, allá lejos y hace tiempo, en una época dónde poco importaban los derechos humanos. La esclavitud sigue presente, y es un tema mucho más actual de lo que creemos.
    Cuando decimos “trata de personas” estamos hablando del comercio o tráfico de seres humanos con finalidades varias, tales como: explotación sexual, reproductiva, laboral, para utilización de sus órganos, entre otros… No hay duda de que es una forma de esclavitud, es LA ESCLAVITUD, la esclavitud de nuestro siglo… Implica secuestro, explotación, violencia, engaño, mutilación; privación de la libertad física y de la voluntad; y un sinfín de denigraciones, vejaciones, y humillaciones que no tienen nombre; atentados contra la dignidad, la libertad, la integridad, la salud y la vida de quienes son sometidos por este crimen. Una víctima del tráfico de personas, es rebajada al lugar de objeto o de animal; se le niega toda su condición de ser humano. Es un delito que atenta claramente contra los derechos humanos. Y sin embargo, ocurre a diario en nuestros días.
    Detrás de este negocio existen redes criminales mafiosas que mueven millones de dólares anuales, constituyéndose así como el tercer delito mundialmente más redituable, luego del tráfico de armas y de drogas.
    ¿Quiénes son los responsables de esto? ¿Sólo son culpables de este delito quienes forman parte activa de estas redes, quienes se benefician económicamente haciendo usufructo de un ser humano sin ningún prurito, aún cuando son causantes de la máxima enajenación de un semejante? ¿La culpa siempre es de los otros? O, ¿los demás también tenemos algo que ver? Más allá de la responsabilidad de autoridades corruptas o ineptas, creo que todos somos parte del problema y que es tema común participar en su solución.
    Este flagelo no estaría azotando las entrañas de nuestra sociedad, si no tuviéramos todos algo que ver. Lejos estoy de querer analizar ahora cuándo y por qué llegamos a convertirnos en esta sociedad enferma; mutilada de valores; capitalista y, por ende, avara, mezquina, codiciosa, individualista… dónde sólo importa el éxito personal, y el único parámetro para medirlo es la cantidad de billetes que se logran acumular, al costo que sea… Sin embargo, aún sin ir tan lejos, aún en el mundo en el que nos ha tocado nacer… podemos elegir no formar parte de algunas injusticias que nos hierven la sangre, que nos hielan el alma…
    Si salimos un momento de nuestra caparazón personal y hacemos el esfuerzo de ponernos, al menos un instante, en la piel de quién está siendo abusado de la peor manera por estos engendros que no merecen ser llamados personas; si pensamos que esa víctima podés ser vos, o puede ser tu hijo… pues podemos comenzar a hacernos un poco más cargo del problema… Me imagino que luego de ese ejercicio estarás sintiendo que la indignación, la bronca, la vergüenza, la desesperación te carcomen como ácido las entrañas… Si ésto no ha ocurrido, volvé a intentarlo… Si no lo lográs, pues podés dejar de leer este artículo y dedicarte, primero, a solucionar tu problema de insensibilidad. Si has sentido todo lo anterior o más también, pues estás en el lugar indicado. Sigamos reflexionando juntos entonces...
    Ahora bien, estábamos en que, como parte de la sociedad civil, no podemos eludir responsabilidad. También somos parte activa y constructora del mundo que tenemos. No miremos para otro lado cuando algo no nos gusta. Si miramos para otro lado, todo sigue igual…
    Si bien hay varias, la principal causa de la existencia de este negocio infame es el comercio sexual, la prostitución. Y como bien lo dice la palabra, pues comercio implica intercambio, compra y venta de bienes o servicios; vemos que si no existen ambas partes, vendedora y compradora, no hay posibilidad de ningún intercambio… Entonces, ¿Quiénes son las verdaderas lacras execrables? ¿Los que venden o los que consumen? Pues ambos por igual; no importa en qué medida, ni quién más, ni quién menos. Quien paga por estos servicios, pues es cómplice de este negocio, es artífice y colaborar activo para que siga vigente y en expansión. No puedo ni imaginar qué clase de ser humano es capaz de pagar para tener sexo, aunque sería más correcto decir para violar, a una mujer o un infante que está siendo sometido de esta forma. Es difícil comprender que una persona pueda disfrutar haciéndole el caldo gordo a estas tremendas basuras, a costa del sufrimiento más tremendo que pueda padecer una persona.
    Sin clientes, no hay negocio; sin demanda, no hay oferta; sin compradores, no hay vendedores…
    No se trata de repudiar el sexo en sí mismo, en absoluto. El sexo es maravilloso, es motivo para disfrutar, para compartir y para celebrar; no hay duda de eso. Tampoco se trata de repudiar la prostitución, aunque analizar eso sería otro capítulo aparte. Sin desviarse del tema que hoy nos convoca, el punto al que quiero llegar es que; cualquier placer está permitido, siempre que no implique el daño de un prójimo. El sexo, incluso con dinero de por medio, sólo es plausible si quienes intervienen en dicho acto, son adultos que consienten y, de una forma u otra, cada uno a su manera, disfrutan de tal encuentro. Si estas condiciones se cumplen, puedes entregarte al placer y mirar la vida con sonrisa y ojos limpios. Pero si no es así, la mirada que portarás será la de un criminal, un violador, un egoísta, un miserable, un corruptor, un victimario, un culpable… tanto o más que quienes mueven los hilos de este negocio y llenan sus arcas con las ganancias que obtienen de él.
    Si no existieran civiles que compraran su boleto al infierno y pagaran para que el mundo que dejan a sus hijos sea cada vez más infame… pues no estaríamos hablando de trata de blancas, y podríamos poner la mente en otras cuestiones que puedan hacer de este planeta un lugar más gozable entre todos.

María Eugenia Rojas
http://eu-hambruna.blogspot.com/


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