A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
Si querés unirte a este blog y compartir lo que escribís, te estábamos esperando, comunicate al siguiente correo: ma.eugeniarojas15@gmail.com

jueves, 13 de octubre de 2011

Carta de amor

A mi papá

Mucho tiempo en la sombra, en una distancia sin rostro, o con sólo un vago recuerdo desdibujado que se entremezclaba con una dulce ilusión que sabía más a sueño que a vigilia; ilusión de que así sea, como en ese recuerdo único y efímero, pero lleno de calidez, que difícil era distinguir y hacer emerger de entre la fantasía o de entre la realidad de mis escasos cuatro abriles.
Peor tiempo aún el de negarme a mí misma, el de no saber quién sos, y por lo tanto, no saberlo tampoco de mí… Muchos intentos de reconocerme en otras miradas; intentos vanos, vacíos, resecos, estériles. Espejos mudos o que reflejaban a alguien que no era yo, o que lo era a medias. Y, a veces, la nada misma, la nada y yo… yo que igual, aún sin saber cómo, debía ser… y ensayaba… y era… o al menos lo intentaba… Sin identificación, sin reconocimiento, cual ciego avanzando a tientas, probando, errando, volviendo a empezar… Tímida, insegura, con el alma atada suspirando por volar. Sin embargo era, algo era, no me parecía tanto a lo que había imaginado para mí misma, pero era…
Y te encontré… menudo esfuerzo, cómo me ha costado todo en esta vida… Pero dicen que lo que cuesta, pues vale más, o al menos parece ser que más valor le damos. Y es que el precio de cada cosa no es otro que el que nosotros le ponemos.
Y todo eso que debía callar, era exactamente lo que tus ojos gritan… Todo eso de lo que me quisieron convencer que no debía sentir, era también lo que tu corazón derrama… Y todo eso que no sabía de dónde me venía, pues ahora sé de dónde ha salido… Y se me entremezclan las ideas previas que tenía sobre lo que es la herencia biológica y en dónde empieza la otra, la cultural, la aprendida, esa que no viene encapsulada en los núcleos de las células, sino que se absorbe cada día con la leche templada y en cada canción, esas que la vida nos negó… todas esas ideas, un vagón de preconceptos entreverados con nuevas sensaciones que me sobrepasan y que, a la vez, son más mías que cualquier otra cosa que poseo, esas que no aprendí de vos, pero que de algún modo me inyectaste…
Emociones compartidas, es exactamente lo que siento cuando entibiás el aire con tu presencia. Y parece simple, pero ¡qué cosa difícil es sentir de a dos…! misión casi imposible diría. Yo siento, tú sientes, pero el “nosotros sentimos” en su sentido más profundo, siempre se me ha quedado rengo… Y ahí es cuando la soledad arrasa, esa soledad compartida en la que viven la mayoría de las personas, y que es más soledad y más gélida que la soledad a solas... Y más para mí, que siento por demás, y pienso aún más todavía, combinaciones poco usuales, y mil veces incomprendidas…
Y llegaste, y sin decirlo, tal vez sin quererlo, me mostraste que es posible ser y dejar fluir lo que llevamos dentro, vos y yo, y todos los que como nosotros tienen tanto para dar. Y me enseñaste que no sólo es posible, más aún, me mostraste que no hay placer mayor que brindarse, que soltar el cariño, que regalarse de la forma más sublime, en un gesto, en una palabra, en una mirada, en una caricia, en un mimo… que para el que sepa sentir, no es otra cosa que entregar el alma, que es lo máximo que se puede dar.
Y el amor envuelve el aire que te acaricia, y a tu lado, a veces quisiera ser más, más de lo que soy, siento que todavía no encuentro la forma de poder devolverte todo eso que irradiás, que volcás sobre mí, que te brota mágico, tal vez sin proponértelo. Y aunque no lo creas yo lo siento, soy un ovillo de sensibilidad, un puñado latente de los dones que te recibo y que quiero devolver, aunque sea un poquito…
Y, paradógicamente, a veces te siento lejos, sé que no se trata de kilómetros ni de tiempos. Se trata, tal vez, de que todavía no sabés que no sólo necesito lo que das, también necesito lo que te guardás. No busco adivinarte, tomo lo que brindás, y como es tanto, pues creo conformarme, pero a veces siento que no… Siento que nos faltan más momentos juntos, que no logro saber realmente cómo estás con un simple llamado telefónico, que no es frío, pero que se me hace paupérrimo, que sabe a nada al lado de lo que necesito de vos, y que te guste o no, también necesitás de mí.
No quiero un súperman que todo lo puede, no busco perfecciones porque ya sé muy bien que son utopía; te quiero a vos, completo, con todo lo que venga en el combo, con toda tu humanidad, y al desnudo si es posible. Ni tu lado más débil podría opacar jamás lo que fluye entre nosotros cuando compartimos aunque sea un volátil instante.
Perdoname si a veces me mezquino, o si otras tantas no estoy a la altura de las circunstancias, yo también estoy aprendiendo a ocupar este nuevo rol que me era totalmente ajeno y desconocido. Sé que también es mi culpa que no podamos brindarnos más. Quizás no sientas lo mismo, tal vez creas que así está bien. Y lo está, por cierto que sí… pero ya hemos perdido mucho tiempo… no quiero que desperdiciemos aún más, mucho menos ahora, que aunque no sepamos nada, sabemos lo suficiente con sólo sentirnos, aún sin palabras. Y eso no pasa todos los días…
     Tu capacidad de dar amor realmente sorprende, primero desestructura, luego, cuando uno se permite recibirte, pues la sorpresa es aún mayor, la sorpresa de sentir que tu cariño envuelve, abraza, embriaga… ¿Y qué más puede pedirse? Pues no pido más que sentirlo más a menudo… Que sepas que aquí hay un corazoncito que late dentro tuyo y que te hace lugarcito para que te pongas más cómodo también dentro de él, que te espera, que te extraña, que te necesita, que te ama. Porque vos también estás aquí, vibrando entre mis fibras, dándome vida, aún más vida de la que pusiste para que yo amaneciera en este mundo. Y no sólo amanecí el día que deje la protección y la humedad de las aquellas cálidas entrañas y enseguida recibí el primer golpe para empezar a respirar sola; amanezco en un jardín de flores, bañada de sol, cada vez que tu lucecita se filtra en mi pequeño mundo. Ese mundo que también gira por vos, para vos, para hacerte escapar una sonrisa, ¿y por qué no también una lágrima? Porque la vida es así, porque todos hacemos nuestras propias elecciones, y ni todo el amor del mundo nos frena cuando queremos crecer, volar, ser… y es lo más sano… y así debe ser, pero sé que esto no es fácil de comprender.
Quisiera ser tu orgullo, pero debo ser a pesar de ello… lo mejor que pueda, pero ser. Aún cuando a veces te haga doler, pero soy yo, siempre yo, la nueva yo que sabe quién es, la nueva yo que ya no se limita, que quiere regalar todo el amor que has derramado en mí, que ya no quiere ocultar el follaje de esa semillita que sembraste aquí, que ahora ya es árbol y no cabe dentro mío…
Te dedico mis mejores logros, son para vos todos mis éxitos, porque sé que los sabés apreciar, que sabés recibirlos, que serás feliz con cada una de mis sonrisas…
Y me equivocaré mucho, sí, mil y una veces, tal vez más… pero no te aflijas por eso. No puedo prometer no errar, pero sí puedo prometerte que aprenderé de cada una de esas experiencias.
Y no me alcanzarán los días para regarte de amor, ni tampoco para agradecer tanto cariño, tanta comprensión, sobre todo esa que vos sabés, que yo sé, que nosotros sabemos que te ha llevado buen esfuerzo. Y no sabés cuánto lo valoro, cuánto más te admiro por ello, y cuánto sé que has estado impecable. No tengo palabras para decir cuánto sé que me comprendés, que me aceptás tal cual soy, que bailarás con mi música, que cantarás con mi canción, aunque no sean las tuyas… Y eso simplemente no tiene precio.
No tengo nada para reprochar, ni siquiera el pasado, lo comprendo aún cuando no, y ya no me importa. La vida me ha privado de vos, podría pasarme el resto del tiempo que nos queda lamentándome por eso, buscando culpables y dándome con el látigo, o escupiendo para todos lados… pero no, ni de casualidad lo voy a perder en eso. Lo único que vale para mí es lo que ha pasado desde ese bendito 3 de noviembre que nuestros caminos se cruzaron y nuestras risas comenzaron a escucharse juntas. A partir de allí, no hay nada que lamentar, sino todo para disfrutar, que aunque sea poco, podemos hacer que el tiempo sea de calidad y se pueble de más risas, esas que nos debemos y todas esas otras que deban venir. Que la alegría de hoy no se opaque en lo más mínimo con un pasado inútil que ya no podemos cambiar.
Y no me has defraudado, ni siquiera cuando me he sentido lastimada, sé que no es tu culpa, es mi sensibilidad… Por suerte ya he aprendido a convivir conmigo misma, con esa fragilidad y con esa fortaleza que pivotean en mi alma y que, aunque cuesta, logro dominar. A veces quisiera enojarme más a menudo, pero no… ya ni lo intento, por suerte no me sale ¿o por desgracia? ¿quién sabe? ¿y a quién le importa si ya me he aceptado tal cual soy? Y es sí, nunca me ofendo, ni siquiera cuando duele.
Y estoy para vos, y te necesito; y quiero que me necesites, que me necesites más, y que me lo digas. Quiero que no te guardes nada, porque el silencio me lastima más que el insulto más visceral, porque aquí estoy, no sólo para que vos me sostengas, también para sostenerte yo a vos, y seré muy feliz si me dejás hacerlo, si no sólo tomás mi mano, si también me dejás llevar la tuya…
Soy tu otra parte, soy tu medio latido… hoy te mimo con palabras, palabras de amor nunca tan literalmente verdaderas ni tan pertinentemente expresadas. Llevo tu sangre, tus células, tu apellido y rebalso de los dones que has depositado en mí. Perfeccionaré tus flaquezas, honraré la vida con tus virtudes. Nada ha sido en vano, ni siquiera todo el dolor que has pasado, ni siquiera todo lo que hemos perdido, ni siquiera todas las lágrimas que se han llorado…

Tu hija
(Hoy no tengo otro nombre más que éste)


0 comentarios:

Publicar un comentario

Chat gratis