A mi Musa, que escribe en mi alma y me regala el tintero de su corazón...
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viernes, 7 de octubre de 2011

No reces por mí...

    No reces por mí, no le pidas a Dios que mis labios se sequen, que mi garganta se cierre, que mis manos se vacíen, que mi corazón se vista de invierno. Ni mucho menos le pidas que te cambie por nadie. No se le pide a Dios que mate al amor, no se reza para evitar lo que viene de Él, lo que no tiene remedio o lo que solo decanta.
    No le pidas a Dios que ponga otros besos sobre mis heridas, ni que sea otra mi fuente de inspiración. No quiero nada de eso, quiero a todos mis besos y a todas mis heridas. Yo sí acepto los regalos que Dios me manda, y también acepto los vacíos que algunos me dejan; por eso los besos nunca me han faltado y, por supuesto, las heridas tampoco.
    No reces por mí, que yo sé muy bien que la Luna es para verla de lejos, pero también sé que es para verla de a dos. No le pidas a Dios que deje de existir en mi corazón, porque no hay más Dios que el amor, y si algunos hablan de otra cosa cuando dicen Dios, pues aún no han comprendido nada.
    No le pidas a Dios que deje de “desperdiciarme”, si tengo algo para desperdiciar es porque Dios me lo ha dado, y no hay mayor placer que andar por la vida esparciendo sus dones.
    No reces por mí sin saber en absoluto lo que necesito. Deja que Dios haga sus planes para mí. Pedí por vos, que necesitás más que yo, y dejalo que haga sus planes para vos, los que Él diga, no las instrucciones que le mandes. No siéndolo, ni queriéndolo, a veces, igual pecamos de soberbia.
    ¿No era que Dios sabe cómo hace las cosas? Pues entonces no le digas cómo debe hacerlas. Sólo pídele que estemos bien, no le pidas por mí, y si es así, que no sea más que eso.

María Eugenia Rojas

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